Espero acostada a que mis heridas cicatricen con el correr de mis lagrimas.
Mis noches ya no cuentan con amaneceres, mis ojos ya se ocultan en la oscuridad de una mirada vacia.
Las horas parecen envejecer y se tropiezan en el camino. Todo es lento, todo tarda.
Llega la edad en la que la cordura se amiga con el delirio, llega la edad en la que uno a veces ya no existe.
Solo soy un par de piernas invalidas mientras unos cuantos mocosos juegan a la pelota en la calle,
solo soy un par de manos que anhelan acariciar un cuerpo joven. Pero ya no existo. Solo soy ausencia
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