08 septembre, 2010

Esa tarde mientras caminabamos por ese desiértico pueblo,
vi como se empañaban de lagrimas tus anteojos.
Realmente estabas muy triste.
Yo no sé que hacer cuando uno llora,
y aunque no logré saber el por qué de tu llanto
me di cuenta que mirar la puesta de sol te hacia bien
mientras el sol se despedía, secaba tus lagrimas
y te floreció una larga sonrisa en el rostro.

Y yo estaba feliz de poder tomarte la mano,
y caminar juntas por el camino que elegimos las dos.

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